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Dicen que para vivir en México hay que tener cojones. Esta premisa se confirma con la experiencia del chileno Claudio Celis Aguilera, quien muestra tranquilidad a la hora de relatarnos tamaña vivencia: estar en cautiverio durante dos días. Este hombre de 29 años lleva casi año y medio viviendo en la ciudad de Ascensión, estado de Chihuahua aproximadamente a dos mil kilómetros de distancia, hacia el norte, de México D.F. Celis llegó a estas tierras en septiembre de 2006, con un contrato de trabajo para la empresa multinacional Geotec Boyles que lo reclutó en nuestro país (la empresa es chilena con filiales México, Perú y otros países) para desempeñarse en el área de mantención de maquinarias. Ha sido calificado como un buen trabajador, responsable y dedicado. Así lo afirma Cristián Correa, gerente de proyectos internacionales y jefe directo de Celis. Todo marchaba bien para su familia, Claudio laboraba diariamente y compartía con ellos. Sin embargo, esta calma se vio empañada en la madrugada del lunes 11. Mientras todos dormían, Celis despertó cuando golpeaban la puerta de su casa, se levantó y en cuanto abrió ingresó un grupo fuertemente armado ordenándole tirarse al suelo y contestar algunas preguntas. Él obedeció. "En lo único que pensaba era en mi esposa y mi hijo, que no les pasara nada", asegura ya más tranquilo. Su única respuesta a su experiencia es haber estado en el lugar y a la hora menos indicada, afirma con una tranquilidad que espanta. ¿Cómo te sacaron de tu casa? Me sacaron pasadas las tres de la madrugada, sólo con una camiseta puesta y nada más. Cuando abrí la puerta no opuse resistencia, hice todo lo que me indicaron, ni siquiera me di cuenta de cuántos eran o cómo andaban vestidos. Estaba oscuro y no sé si llevaban capucha o tenían sus caras pintadas. Después me vendaron los ojos, me amordazaron y esposaron las manos a la espalda para subirme a un furgón. Cuando subió al vehículo ya venían dentro a otras tres personas. Esto lo pudo sentir e intuir, pero no verlo. El recorrido recién comenzaba, poco a poco comenzaron a subir a otro, todos vendados, amordazados y esposados. Así viajaron por cinco o seis horas, según lo que él logra recordar, pasando por carreteras, calles empedradas o polvorientas. Todo ya era parte de lo que podía imaginar, sin lograr establecer dónde estaba y menos hacia dónde lo llevaban. Después de tantas horas de incertidumbre llegaron a un lugar que no logra identificar, donde fueron bajados del furgón. Ahí le pasaron pantalones para después ingresarlo a un cuarto. "En el cuarto estuve con otras dos personas, dos dentistas. Pero no podíamos hablar nada, porque no sabíamos quién más estaba; además, nos prohibieron conversar entre nosotros. Después nos subieron a una camioneta, viajamos como dos horas más y llegamos a otro recinto", relata. Para el profesional, todo era muy incierto, pero eso mismo lo hizo actuar fría y calculadamente: no mostrar temor, hacer lo que indicaran y responder con la verdad. ATRAPADO EN UNA MINA Los secuestradores partieron preguntándole cosas muy básicas. ¿Cuál es tu nombre?, ¿dónde trabajas?, ¿estado civil?, ¿de qué país venís? Celis contestó todo sin titubear. Al parecer, quedaron conformes con sus respuestas y pronto les llevaron comida, burritos de frijol y agua, para después entregarles unas cobijas, pues el frío se hacía insoportable. Les dijeron que aprovecharan de dormir, pero él sólo dormitaba, no podía conciliar el sueño, todo era como una película en su cabeza.¿Qué pensaste en ese momento cuando ya te llevaron comida y cobijas? No pensaba mucho, sólo sentí algo de esperanza entrecruzada con imágenes de mi familia. No era posible dormir. Pero sentí, cuando me pasaron las cobijas, que se abría una luz de esperanza. Además, dieron la orden de soltarnos un poco las esposas y ponernos las manos adelante, lo que ya era un descanso, aunque estábamos en un lugar frío, cerrado y sin saber cuántas horas ya habían pasado. Después nos llevaron por distintos caminos sin tener idea de qué nos esperaba. Fueron trasladados a otro lugar, en otra camioneta, y al llegar los recibió otra persona, que tampoco puede identificar, y comenzó nuevamente con las preguntas que ya había contestado con anterioridad. Ya terminado el interrogatorio, le volvieron a pasar ropa, esta vez un buzo, chalas, polera, etc. ¿Tus secuestradores te hicieron preguntas ligadas al narcotráfico? No, nunca me preguntaron de eso, sólo eran preguntas de mi vida, dónde trabajaba, qué hacía, de dónde era, si tenía hijos, etc., pero nada ligado a drogas Hasta hoy, Claudio no logra saber ni imaginar qué es lo que este grupo andaba buscando, qué es lo que querían, a quién o quiénes buscaban en realidad. Y claro, la situación es extraña, pues sacarlo de su casa, llevarlo lejos y apresado para preguntarle cosas muy básicas y sin hacer uso de violencia (no hubo apremios de ninguna clase), no tiene mucho sentido. En todo caso, si de ajustes de cuentas entre narcotraficantes o carteles narcos se hubiera tratado, Celis no habría sobrevivido. Los narcotraficantes no preguntan, actúan, y un secuestro para obtener recursos económicos no podría ser el móvil, pues la empresa estaba dispuesta a pagar por el rescate, pero nunca fueron contactados por los plagiadores. El chileno ya había vivido experiencias fuertes en Chile, pero ninguna de este tipo. Para el terremoto de 2005, Celis quedó atrapado en una mina en Iquique. En esa ocasión también mantuvo la calma y fue rescatado. "Experiencia en situaciones fuertes ya tengo", afirma con serenidad. NO PUDO LLORAR Después de esta dura experiencia, Claudio aún no ha podido relajarse del todo. Asegura no encontrarse en estado de schock, y no ha corrido ni una sola lágrima por sus mejillas. Está pensando simplemente en los trámites judiciales que ha tenido que hacer, los que le faltan e imaginando el reencuentro con su familia en Chile. "Incluso cuando fui dejado en la calle no lloré. Sentí mucha alegría, una felicidad enorme al verme libre", dice. Antes de su liberación fue trasladado a un lugar cercano a Ciudad Juárez, donde le dieron la instrucción que bajando de la camioneta no mirara para ningún lado, que cerrara bien los ojos y sólo los podría abrir cuando sintiera que el vehículo se alejaba. Así lo hizo. Se mantuvo con los ojos bien cerrados, esperando escuchar la partida del motor y sentir cómo se iba. Ya cuando se dio cuenta que estaba solo, pasada la una de la madrugada, vio que estaba parado frente a una cabina telefónica. "Respiré, sentí un alivio inmenso y muy contento porque recuperé algo que en algún momento pensé que estaba perdido". Los mismos secuestradores le habían pasado una tarjeta para llamar por teléfono y comunicarse con su familia, pero Claudio estaba bloqueado y sólo recordaba el número de la empresa en la que trabaja. Llamó y le dieron la orden de alojarse en cualquier hotel cercano. Ahí logró descansar un rato, luego se comunicó con su mujer y quedó en encontrarse con ella. El 14 de febrero llegó a la empresa y comenzó un nuevo camino, el de la justicia, declaraciones ante el Ministerio Público de la ciudad donde vive, declaraciones notariales, etc. Hoy, él, su esposa y su hijo están a la espera de los trámites correspondientes para poder viajar a su país, el día de vuelo no ha sido precisado, pero espera estar dos o tres semanas en Chile para descansar y reencontrarse con su familia en Coquimbo. "Estoy bien, tranquilo y muy feliz. Esta experiencia me ha servido para renovar mi mirada sobre la vida, valorar lo que tengo, confirmar mis valores y la alegría de vivir", asegura. ¿Piensas regresar o quedarte en Chile? Yo quiero regresar. Soy profesional, mi trabajo es lo que me gusta y la empresa a la que pertenezco también. Se han portado muy bien conmigo. Yo sabía que nunca me habrían dejado botado, estoy muy agradecido de mi jefe, de la empresa en general, del abogado José Jaureguiberry, quien me ha apoyado mucho. Lo mismo con el cónsul de Chile en México, José Cataldo, porque no nos dejaron solos en ningún momento. A mi esposa la apoyaron en todo lo que ellos pueden hacer. El resto queda en manos de la justicia. ¿Qué otra sensación te queda después de lo vivido? Algo de molestia con los medios chilenos. Trataron el tema muy mal, sin informarse bien de lo que estaba sucediendo y escribieron cosas que podrían haberme perjudicado mucho más. Fueron irresponsables, eso es incómodo y molesto; mejor no escribir si no tienen la seguridad de los hechos. Esta es mi primera y última entrevista que concedo, no quiero ser famoso por esto, sino por mi trabajo. Y agradezco que ustedes hayan tomado esto con profesionalismo. LND |
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