domingo, 27 de febrero de 2011


Domingo 8 de julio de 2007
Foto gentileza de Revista Proceso
LND estuvo con el Subcomandante zapatista
Marcos da la cara
Una conferencia en la UNAM fue el escenario donde encontramos al líder de la asonada de 1994. Un poco más gordo, pero conservando su carisma y su pasamontañas –pese a que hace rato dejó de ser anónimo–, el Sub analiza la política mexicana y la ética del movimiento que lo hizo famoso. 
Nación Domingo
Claudia Molina B.
Desde México

El Sub Marcos, como se conoce al antiguo líder de la asonada zapatista de 1994, casi no se encuentra en los reflectores, y a diferencia de hace una década atrás, no da entrevistas, ni siquiera al periódico mexicano que por años fue prácticamente su vocero. En los últimos años, el Sub apenas ha hablado dos veces con la televisión local, la última de ellas en plena campaña electoral de 2006. Cualquier esfuerzo parece en vano: la Comisión Sexta, que lo resguarda en una casa de la Colonia Obrera del Distrito Federal, me desvió durante semanas para que no pudiera acercarme a él, así que preferí aprovechar una oportunidad algo inédita: una mesa redonda en el auditorio Che Guevara de la UNAM, la mayor y más prestigiosa universidad de este país, en la que el ponente principal era ni más ni menos que el mismo Sub.
Una guardia, entre ellos un hombre con metralleta, impedía que cualquier persona se acercara a menos de un metro del líder zapatista. Pero bastó un descuido de los celadores, al terminar la ponencia, para traspasar la barrera gateando y, con credencial, grabadora y cámara fotográfica en mano, comenzar a gritar: “Hey, Sub, para la prensa chilena”. La guardia trató de sacarme, pero él hizo una seña de aprobación y pude pasar a la sala donde estaba con dos asesores.
Rafael Sebastián Guillén Vicente, su verdadera identidad, camina lento y ornamenta su ropa con los artículos de origen indígena que recibe en los distintos pueblos que visita. El hombre inalcanzable, de voz pausada, irónico y risueño, tiene ya un poco de sobrepeso: aunque intenta mantener la mística de un guerrillero, hoy su trabajo no está en las trincheras. Todavía cubre su rostro con un pasamontañas, como ignorando que México entero conoce al Subcomandante Insurgente Marcos, sabe su historia, su nombre, lo que estudió, y hasta su manera de “echar pestes”. De su identidad los mexicanos se enteraron cuando en una entrevista trató de muy mala forma a la esposa del ahora ex Presidente Ernesto Zedillo, quien respondió el ataque exponiendo la imagen del Sub en televisión. Él, aunque perdió el anonimato, mantiene su carisma. Sus ojos reflejan su sonrisa y lo muestran tal cual es: cálido y bromista. “¡Ya, déjame en paz! Tengo todos tus llamados registrados y ya veré cuándo puedo recibirte; así es que eres chilena, ¿eh?”, partió diciéndome. La entrevista prometida nunca llegaría (no se deja entrevistar) y tampoco se refiere a temas internacionales (por disposición de la Comisión Sexta), aunque en sus palabras deja ver lo que piensa de la política mundial. Tampoco es fácil fotografiarlo; sin embargo, para LND posó con perfecta sonrisa. De hecho, accedió a tomarse una foto abrazado y sonriente, mientras un guardia murmuraba que el Sub no hace eso con nadie y preguntaba: “¿Cómo hizo usted para pasar?”.

Una política sin madre
Lo que se transcribe ahora es lo que el famoso Marcos dijo sobre “Ética y política”. Me pareció un título un tanto extraño, casi incompatible para él, en la medida en que considera que la clase política mexicana, incluida la izquierda oficial, “no tiene madre”, como se dice por acá. Dueño de una lengua filuda, el Sub todavía encuentra eco en distintas zonas de México, principalmente en los pueblos de mayor presencia indígena. Ataca por igual a la izquierda y a la derecha y no pide permiso para decir lo que muchos acá piensan pero no se atreven a “soltar”. Toma el micrófono y comienza su intervención burlándose de las autoridades universitarias: “Allá arriba nos ofrecieron otros lugares ‘mejor acondicionados’, dijeron, ‘más cómodos’. Como si la ética y la política fueran una cuestión de comodidad”.
Marcos se pregunta: ¿cuándo y cómo fue que la ética y la política tomaron estos caminos? La ética, el camino aséptico y mediocre de la academia. La política, el camino del cinismo y la desvergüenza “realistas”. ¿Cuándo fue que la intelectualidad progresista renunció al análisis crítico y se convirtió en triste plañidera de las derrotas y fracasos de una parte de la clase política, que ya lleva años muerta? ¿Cuándo se operó esa mágica alquimia que hizo de los intelectuales progresistas los justificadores, y no pocas veces los aduladores, del quehacer de una “izquierda” tan entre comillas y tan a la derecha que se tienen que hacer malabares para ubicarla en el espectro político? ¿Cuándo fue que la ética dejó de ser un referente y fue sustituida por las encuestas, el rating, las aglomeraciones de masas o de votos?… El Sub llega a comparar el plantón contra el fraude electoral del 2006 con… un concierto de Shakira en el Zócalo. Pan y circo para el pueblo.
Respira profundo y se pregunta en voz alta, mientras su pipa humea el aromático tabaco de chocolate: “¿Cuándo fue que la corte parásita de la clase política mexicana, y de los analistas y locutores que la acompañan, se convirtió en un desordenado equipo de bufones sin público y sin comedia? ¿Cuándo fue que las noticias de los avatares de la clase política desplazaron, a la baja en el rating por supuesto, a la barra cómica en los medios electrónicos? ¿La ética? Hum… me suena ¿En cuánto se cotiza?”.

VAMOS GANANDO
En México, país dividido entre lo que el Sub ha denominado como “los de arriba” y “los de abajo”, reprimir al pueblo aparece como algo natural. “Allá arriba pueden decir, sin sonrojarse siquiera, que está bien que se golpee y encarcele a gente de abajo, gente que se la raja cada día para sacar honestamente algo que llevar a su familia, que se les despoje de sus casas, de su pequeño comercio, de su mercancía, de su medio de vida. Que se aplauda o se calle, que es una forma más ruin de aplaudir, que, como en una guerra de conquista, se despoje, aunque allá arriba dicen ‘se expropie’, de territorios enteros a una ciudad, para entregarlos luego a los grandes inversionistas”. El líder zapatista golpea a fondo.
Bajo este alero es que el líder se manifiesta con desparpajo contra los últimos presidentes que ha tenido México. Así, el Sub asegura que “allá arriba, el siglo XXI en México arrancó sumando, a la falta de ingenio, inteligencia y coraje, la falta de vergüenza”. Y no sólo los acusa de estos “encantos”, sino que se burla de ellos de una forma que nadie sino los propios mexicanos pueden comprender. “Si con Miguel de la Madrid se repitió el ciclo de un Presidente mediocre seguido de un Presidente cobarde [Carlos Salinas de Gortari] y luego un Presidente imbécil [Ernesto Zedillo Ponce de León], con Fox y Calderón parece que el disco duro de la cibernética política se trabó, porque no aparecen ni los mediocres ni los cobardes, y los imbéciles reinan, o creen hacerlo, o fingen, o no les importa siquiera simularlo. Felipe Calderón Hinojosa, corto no sólo de estatura, se pierde en las fotos donde abundan los verdes olivo y grises”. ¡Vamos ganando!, dice Calderón en su lucha contra el narcotráfico, “pero todos sabemos quiénes están incluidos en ese plural y quiénes no”, insiste el Sub. “Fox explica con descaro esta situación a los posibles compradores de nuestro México, asegurando que ‘nuestros muchachos [soldados y policías] están limpiando el sitio. Hacen un poco de ruido, es cierto, pero pronto quedará todo limpio’. Sobre todo de mexicanos, que son el principal estorbo. Verá usted cómo, pronto, donde antes había un país habrá un terreno baldío y podrá invertir en lo que le plazca”, agrega.

Ser un guerrero
Los zapatistas se definen como guerreros y guerreras. Se asumen como luchadores, a la defensiva y/o a la ofensiva. Y la ética para ellos es un compromiso. La posición del EZLN no ha estado exenta de desprecio y de crítica a los neoapologistas de lo indefendible; es decir, el quehacer de la clase política, que al lodo y la sangre que mancha sus manos, ahora suma el cinismo de presentar su claudicación como “madurez”, “modernidad” y “realismo”, dice con voz tenaz el guerrero zapatista.
“José Martí lo dijo alguna vez: el hombre verdadero no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber, y para el EZLN se podría decir que el hombre y la mujer de abajo y a la izquierda no miran de qué lado van las encuestas, sino de qué lado está el deber”, apunta.
“El deber nuestro es nuestra ética, la ética del guerrero, fundado en las fuentes que abrevaron para ser lo que son y seguirán siendo”. La ética del guerrero es estar siempre en disposición de aprender y asomarse a lo desconocido con la misma capacidad de admiración que se tiene ante algo nuevo. Cuando salieron al camino que se trazaron en 1994, no repartieron –aseguran– juicios ni recetas. Escucharon y miraron para aprender, no para suplantar o dirigir, sino para respetar.
El ideal es “existir para el bien de la humanidad”, es decir, de la justicia. “Ojo, que no dije ‘para tomar el poder’ ni ‘para llegar a un cargo público’, no para ‘pasar a la historia’, ni ‘para desde arriba solucionar lo de abajo’. Digo nombrar y traer a esa otra gran ausente en el camino del de abajo, la justicia. Y no porque esté en algún lado escondida, esperando que alguien que se cree iluminado la encuentre y nos la obsequie, y nuestros calendarios se llenen de monumentos, bustos, estatuas, sino porque es algo que se construye como todo lo que nos hace seres humanos, es decir, en colectivo”, dice el Sub.

LA POLÍTICA DEL MÁS ALLÁ
Su política no es al hoy, a lo inmediato. La mirada llega más lejos, “hasta allá”, sugiere el Sub, donde se puede ver a un hombre o a una mujer despertarse con la nueva y tierna angustia de saber que deben decidir sobre su destino, que caminan por el día con la incertidumbre que da la responsabilidad de llenar de contenido la palabra “libertad”. La ética del zapatismo tiene ese destino.
“No es sólo por eso, pero es también por eso, que sabemos que vamos a ganar, porque creemos y ‘creer’ es sinónimo de ‘hacer’, y ‘hacer’ es sinónimo de ‘luchar’, y ‘luchar’ es ‘soñar’ que es posible construir otra forma de hacer política, y que su andamiaje principal es la ética, la otra ética. Allá arriba no hay nada que hacer, ni siquiera chistes”. LND


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De mi archivo personal, algunas imágenes de ese encuentro:














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